Jiménez del Teúl, Zac., 24 de julio de 2022.- Caminar durante horas, pedir aventón, pagar entre 300 y 2 mil pesos para que los trasladen en auto, camioneta, y hasta en burro o a caballo, es parte de la travesía que viven los docentes zacatecanos que imparten clases en la Sierra Madre Occidental.
Y aunque las circunstancias son así, nada, absolutamente nada, les impide llevar el conocimiento hasta los rincones más alejados de la entidad.
Blanca Minerva Zamago y Sarahí Zabais Rivera son dos maestras que laboran en Mezquite Blanco y en Carretas, comunidades ubicadas en el municipio de Jiménez del Teúl, Zacatecas. Para llegar a su centro de trabajo, deben estar en la cabecera municipal, un día antes de iniciar sus labores.
Duermen en el albergue, y a muy temprana hora, buscan, entre los pobladores, quién las pueden llevar a la escuela donde se encontrarán con sus alumnos.
Los planteles tienen agua y drenaje, a veces tienen luz eléctrica, que falla tanto como el servicio de Internet, por lo que no están en constante comunicación con su familia.
De igual forma, por el difícil acceso a la comunidad, no cuentan con gas y tienen que cocinar con leña como el resto de los pobladores.
Blanca, por ejemplo, es maestra unitaria, trabaja con alumnos de todos los grados. Atiende a 15 menores: dos de primero, dos de segundo, dos de tercero, dos de cuarto, uno de quinto y seis de sexto, en la Escuela Primaria Vicente Guerrero.
Debido a la naturaleza de las comunidades, los alumnos carecen de material para realizar sus tareas académicas, por lo que los docentes han buscado la forma de proveerles de su material.
Dado que la educación se adapta a los usos y costumbres de las comunidades, a veces los alumnos se van sin tareas escolares, porque todos se dedican a ayudarle a sus papás en las tareas del campo.
“Antes de llegar a la escuela, el niño ya fue y alimentó a las vacas, ya fue a recolectar avena o a juntar leña a la ladera, y en la tarde igual”, comenta la maestra Blanca,
Tanto en Mezquite Blanco como en Carretas, las maestras viven en la Casa del Maestro, que está dentro del predio. Es un cuarto con un baño completo, además de un aula.
La dificultad para transportarse les impide cargar sus propios alimentos, pero en la comunidad no les faltan frijoles, tortillas y queso, ni quien les ofrezca los productos que ahí se cultivan, como papa, tomate, lechuga, cebolla, habas, ejotes, chícharos, camote, calabaza, maíz.
Tienen a su alrededor una inmensa riqueza en frutos como nueces, guayaba, membrillo, manzana, naranja, limón, lima; hay incluso tabaco, cacahuate y hasta carrizo, con el que hacen sombreros y las canastas; también hay quienes se dedican a la elaboración de bateas de madera.
“De comer no falta, hay quien vende hasta carne de venado, de cócono, de jabalí, de conejo y de gallina”, refiere entre risas la maestra Sarahí.
Un platillo tradicional del lugar es el caldo de machaca, que se cocina como un caldo de gallina, pero lo que le da el sabor es la planta machaca que produce un árbol endémico de la comunidad; ya sólo le agregan azafrán y listo.
Pese a las dificultades con las que se puedan encontrar, las comunidades tienen una naturaleza que mantiene a las maestras enamoradas del lugar, pues, además de los frutos y la flora, hay una vasta gama de animales, como iguanas, guacamayas, leones, venados, jabalíes, cóconos y víboras.
El trabajo como profesoras de Blanca Minerva y de Sarahí refrenda ese compromiso y alto sentido de responsabilidad que tienen los maestros de Zacatecas por llevar la educación a todas las escuelas del Estado.
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